A pesar de que la mítica imagen de Albert Einstein
sacando la lengua dejó muy claro que los mayores genios también pueden ser grandes
bufones, la ciencia generalmente se considera demasiado
compleja, impenetrable y aburrida para el común de los mortales.
Una vez al año, sin embargo, la Universidad de
Harvard y sus premios Ig Nobel se esfuerzan en demostrar a todo el mundo que la
ciencia no
tiene porqué estar reñida con el cachondeo. Según las bases establecidas por los “Anales de la Investigación
Improbable”, la revista que concede cada año estos desternillantes galardones,
el objetivo de los Ig Nobel es "provocar el interés de la sociedad por la
ciencia, la medicina y la tecnología", mediante la
concesión de premios a los trabajos científicos más insólitos e imaginativos,
"que hacen reír a la gente, y después les hacen pensar".
Y en la edición de este año una ecuación que predice la forma de una coleta, el descubrimiento de actividad cerebral en un
salmón muerto y el hallazgo de los factores que explican por qué se derrama el
café de una taza son algunos de los “avances” científicos que este año han
ganado los premios Ig Nobel. Estos galardones, cuyo objetivo es hacer reír mostrando el lado más divertido y
disparatado de la ciencia,
son entregados cada año como antesala a los auténticos Premios Nobel, cuyos
ganadores se anunciarán a principios de octubre.
El científico británico Patrick Warren y sus
colaboradores del centro de investigación de la empresa Unilever, en el Reino
Unido, formularon la llamada “Ponytail Equation” (ecuación de la forma de una
coleta), que tiene
en cuenta factores como la dureza del cabello, los efectos de la gravedad y la
presencia de rizos en el pelo. En combinación con un nuevo “factor matemático”
que los científicos bautizaron como el “número de Rapunzel” (el nombre de la princesa de las largas trenzas), la ecuación
predice la forma que adoptará el pelo de una persona cuando se junte para hacer
una coleta.
Otro de los Ig Nobel, que se entregaron anoche en
la Universidad de Harvard, lo ganó un equipo de investigadores estadounidenses
que comprobó cómo
los chimpancés se reconocen entre ellos por la forma de su trasero,
y a un científico sueco que resolvió el enigma de porqué a los habitantes de la
ciudad de Anderslöv el pelo se les tiñe de color verde (las “culpables”, al
parecer, son las tuberías de cobre por las que pasa el agua caliente en sus
duchas).
Pero además, el cachondeo anual de los Ig Nobel
nos recuerda cómo a veces la ciencia puede avanzar gracias a la creatividad y
el espíritu lúdico de algunos Peter Pan que se resisten a hacerse del todo mayores. El año pasado, por primera vez en la
historia de estos premios, el ganador de un Ig Nobel -Andre Geim, de la
Universidad de Manchester- recibió un Nobel de los de verdad (el de Fisica), y aseguró que ese lado juguetón de la ciencia había sido
una de las claves de su éxito científico.
Si no fuera porque Geim, y su colega Konstantin
Novoselov, se dedican a realizar toda clase de ensayos aparentemente disparatados en lo que ellos mismos han bautizado como «los
experimentos de viernes por la noche», su descubrimiento del grafeno, por el
que recibieron el auténtico Nobel de Física, no hubiera sido posible. La
filosofía de esta ciencia divertida la resume así Novoselov: «Hacemos todas las
locuras posibles, que muchas veces no conducen a nada, pero que a veces nos dan
grandes sorpresas».
Según Geim, «las personas que no tienen sentido del humor no
pueden ser buenos científicos». Seguro que otros ilustres
predecesores que recibieron el galardón sueco estarían de acuerdo con él. No
olvidemos la irreprimible socarronería del más grande de todos.
«Sólo hay dos cosas infinitas:
el Universo y la
estupidez humana...
y del Universo no estoy seguro».
Hay juegos de niños que, entre risas, pueden acabar con un grito histórico de «¡Eureka!».
Algunavez hablé de estos premios, están muy bien, siempre es interesante saber hasta donde alcanza la estupidez humana
ResponderEliminarUn beso
Pues si, pero yo creo que está bien que existan para ver la otra cara de la moneda de los serios y sesudos Premios Nobel de verdad. Como dicen algunos de los científicos participantes, el humor es una buena manera de acercar la ciencia a la gente. Un besote Jose Antonio,
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