En el siglo XVIII, un médico inglés, Edward Jenner,
descubrió un método para la protección contra la viruela. Se percató de
un hecho muy curioso: las mujeres que ordeñaban a las vacas se infectaban de un
solo tipo de viruela benigna, llamada viruela de vaca. Estas mujeres casi nunca
se contagiaban del virus y ante este hecho, Jenner se
preguntó si la viruela de la vaca actuaba como agente protector sobre dicha
enfermedad.
Y la palabra vacuna, proviene de una conversación que el
médico tuvo con una joven campesina, quién cuando le explicaba sobre los
riesgos de contraer la enfermedad ella respondió: "¡oh no! -no padeceré
nunca de esta enfermedad porque he sido vacunada." Entonces continuó
explicando que fue ordeñadora y que, al igual que sus compañeras había sufrido
de erupción en las manos y brazos debido al contacto con las ubres inflamadas
de las vacas. Aseguró además, que todo aquel que contraía esa
"vacuna" ya no volvería a padecer de viruela.
Jenner, en 1796 tomó pus de una joven lechera de nombre
Sara Nelmes con síntomas de viruela benigna, y lo depositó en dos cortes que
hizo en el brazo de un niño de ocho años llamado James Phipps. Dos meses
repitió la acción y comprobó que el niño nunca se enfermó de viruelas malignas.
De esta manera entonces, surgió el fundamento de la ciencia
inmunológica. Las vacunas estimulan la producción de anticuerpos en el
organismo haciéndolo inmune a la enfermedad. En otras palabras, cuando alguien
es vacunado, se le provee un virus atontado o benigno de manera que su cuerpo
pueda desarrollar una inmunidad natural ante él.
El último caso de viruela en el mundo se registró en 1979. Hasta esa fecha esta terrible enfermedad contagiosa se había cobrado 500 millones de vidas, 300 de ellos sólo durante el siglo XX. Afortunadamente, el principio del fin de esta sangría se produjo en 1796, gracias a este médico inglés.
El último caso de viruela en el mundo se registró en 1979. Hasta esa fecha esta terrible enfermedad contagiosa se había cobrado 500 millones de vidas, 300 de ellos sólo durante el siglo XX. Afortunadamente, el principio del fin de esta sangría se produjo en 1796, gracias a este médico inglés.
Aunque había oído alguna vez algo sobre las vacas y la viruela, nunca lo había asociado con el nombre de vacuna.
ResponderEliminarCurioso ¿verdad? Un abrazo y gracias por pasarte,
ResponderEliminar